domingo, 15 de abril de 2012

EL BARRIO JUDÍO Y EL PARQUE LETNÁ. ÚLTIMAS COMPRAS

Martes, 21 de febrero de 2012

Queremos aprovechar nuestro último día de viaje así que tenemos las 9 de la mañana como hora fijada para partir del hotel habiendo dejado las maletas preparadas y en la recepción con el fin de recogerlas antes de salir hacia el aeropuerto. El desayuno en esta ocasión es algo más colorido porque los jubilados llegados dos días antes celebran el cumpleaños de uno de ellos y la bandera danesa sobre su mesa de desayuno delata a las claras la nacionalidad de los mismos.

El plan para hoy es no alejarnos excesivamente del centro porque a las 14.30-14.45 deberíamos poner rumbo al aeropuerto y en esta ocasión el traslado lo haremos en transporte público así que con todo lo comentado iniciamos nuestra marcha hacia la torre del reloj para contemplar la plaza y sus edificios bajo un sol resplandeciente lo que nos depara una nueva visión de la zona sin que en ella queden ya vestigios de la nieve que la cubría el primer día que la pisamos.


Desde aquí tomamos la calle Pařížská y ponemos rumbo hacia el barrio judío de Josefov. La mencionada calle representa el lujo y el glamour en Praga y en ella habitan gran número de las tiendas más caras de la ciudad. Giramos hacia el oeste en busca del cementerio judío y recorremos todo su contorno observando los túmulos funerarios y las sinagogas de su interior hasta que llegamos al borde del río, justo frente al Rudolfinum (imponente edificio que se emplea como sala de conciertos) desde dónde se puede observar a través de una puerta enrejada el hacinamiento errático de las tumbas en el interior del cementerio, como si hubieran brotado espontáneamente de manera incontrolada.



Acabamos de bordear el cementerio y nos dirigimos hacia uno de los innumerables puentes que cruzan el Moldava, en concreto atravesamos el puente de Čechův most que llega hasta los límites del parque Letná y que tiene en su base muelles empleados por las embarcaciones que surcan las aguas del río en los paseos fluviales ofertados a los turistas.


El ascenso al mirador situado en el parque se realiza a través de una escalinata que agrupa los escalones en varias tiradas pero el esfuerzo merece la pena porque desde la parte alta se tiene una de las mejores perspectivas de los puentes de Praga, alineados sobre el cauce de agua. El parque Letná es punto de encuentro habitual para los praguenses durante los meses de primavera y verano, bien para hacer deporte o bien para buscar el frescor de sus zonas verdes. El diapasón situado en esta zona, visible desde cualquier puente del río, se encuentra parado durante nuestra visita, cómo si el frío precedente que ha azotado la ciudad durante la semana anterior hubiera congelado su mecanismo.


Después de tomar unas fotografías y observar por un rato parte de la fauna local, ardillas y coloridos pájaros que se alimentan de bolsas de comida que cuelgan de las ramas de algunos árboles, enfilamos el descenso hacia el río. Como nota curiosa indicar que algunos semáforos en Praga otorgan pocos segundos a los peatones para afrontar los cruces antes de que el verde se torne rojo. Nos entretenemos en cronometrarlos y en competir a la hora de sortearlos para ver si somos más rápidos que las luces de colores de los báculos.



De vuelta en el barrio judío hacemos un recorrido a ambos lados de la calle Široká que nos da la oportunidad de recrearnos en las fachadas señoriales de algunos edificios y de la arquitectura de los mismos a la par que pasamos por delante de varias sinagogas (entre ellas la sinagoga Española) acabando el trayecto frente a la sinagoga con elementos de color azul ubicada en la calle Maiselova. Al inicio de esta calle, justo antes de llegar a la parte trasera de Staroměstské náměstí entramos en una tienda de souvenirs y aprovechamos para comprar los recuerdos de rigor.


Aún nos quedan por comprar un par de cosas antes de comer, y sabemos que las podemos encontrar en el puente de Carlos o en sus inmediaciones por lo que no nos importa tomar la dirección indicada, tendremos la oportunidad de dar un último paseo por este emblemático punto de la ciudad. Será nuestra última ocasión en este viaje para caminar por este histórico lugar, transitar por la calle Karlova, observar el perfil de la catedral de San Vito en lo colina que corona el barrio de Malá Strana…


Hechas las compras (imanes para nevera de muñecas típicas praguenses y láminas con estampas de la ciudad) nos permitimos comprar unos dulces típicos (trdelník) que cocinan sobre una especie de rodillo metálico que gira lentamente sobre un fuego, justo bajo el estribo oeste del puente de Carlos, dónde comienza Malá Strana. Nos sirve para matar el hambre, aún nos queda un paseo hasta el Teatro Nacional, en cuyas inmediaciones comeremos hoy.


El paseo por una parte de la ciudad vieja aún inexplorada nos conduce a la calle Narodni, al restaurante Krušovická pivnice – Salanda (Národní 7, http://www.restauracesalanda.cz/restaurace/salanda-praha) dónde se sirve la rica cerveza Krusovice. El lugar, moderno y sin el encanto y atmósfera propia de un sitio típicamente checo, ofrece buena comida y buena cerveza a unos precios muy razonables y además permite la contemplación desde su entrada de la majestuosa fachada del Teatro Nacional.

Menú para todos con sopa (de verduras o de goulash) y pollo o carne de cerdo con arroz como segundo y para beber la mencionada Krusovice; turbia de trigo, rubia o negra y una cerveza de temporada invernal, la Peprove, que también catamos. La comida resulta magnífica pero el camarero (tercera vez que nos pasa en el viaje) al traer la cuenta añade a bolígrafo el 10% en concepto de propina. Educadamente le comentamos que no es obligatorio y que dejaremos la propina que estimemos, y así lo hacemos. No parece sentarle muy bien porque empieza a protestar en inglés, no tenemos ganas de discutir y enturbiar nuestra última comida en Praga así que abandonamos el local haciendo caso omiso.

A pesar de haber comido muy bien queremos poner punto y final al homenaje gastronómico que ha constituido toda la semana y qué mejor manera de hacerlo que tomando un chocolate en el Café Louvre (http://www.cafelouvre.cz/en/), dónde se sirve posiblemente el mejor de la ciudad, sólo tenemos que caminar unos metros desde el restaurante. El café es espectacular y desde su salón se tiene una panorámica de toda la calle Narodni aunque también es reseñable la decoración interior y la pulcritud y elegancia con la que viste el servicio. El chocolate y los postres que pedimos no hacen quedar mal su bien ganada fama y sin temor a equivocación se puede decir que el chocolate es espeso (no cómo en el resto de sitio dónde lo hemos tomado) y está muy rico.


Una vez recogidos los equipajes en el hotel cambiamos algunas coronas que nos quedan por euros en una oficina de cambio situada en el mismo edificio y desde allí a Můstek sólo nos separan unos metros en los que cargar con las pesadas mochilas, que esconden en su interior un valioso presente: la cerveza comprada el día anterior. En menos de 10 minutos la línea verde del suburbano nos transporta hasta una de sus cabeceras en Dejvická. Justo en la boca de la estación del metro, a nivel de calle, se toma el autobús 119 que en menos de 30 minutos deja a los viajeros en la terminal 2 (salidas internacionales) del aeropuerto de Ruzyně. Y todo el trayecto se puede hacer por 32 CZK (más 16 CZK a pagar por la maleta), total que por menos de 2 euros por persona uno se transporta del centro de Praga al aeropuerto.


En la terminal sólo nos resta agenciarnos unos carritos para cargar los pesados bultos y dirigirnos a la ventanilla de facturación; no hay sorpresas porque ninguna maleta excede el peso máximo (32 kilos). Ya nos habíamos cerciorado, mediante el empleo de un peso digital de Javier, de que no íbamos a pagar por sobrepeso en los equipajes. El control de seguridad resulta algo cargante y pesado y nos demora más de la cuenta, pero nada fuera de lo común para lo que es un aeropuerto de cualquier ciudad del mundo.

Con puntualidad británica se produce el despegue y el vuelo de Wizzair no tiene mayores incidencias por lo que en menos de dos horas y media estamos aterrizando en Barajas. No se ha extraviado ninguna maleta y parece que tampoco ha habido desperfectos en las cervezas transportadas en su interior. Sólo nos resta completar la última etapa que nos llevará mediante una combinación de metro y tren de cercanías hasta Las Rozas.

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