domingo, 15 de abril de 2012

RUTA POR MALÁ STRANA Y EL CASTILLO DE PRAGA. TRASLADO A ČESKÝ KRUMLOV

Viernes, 17 de febrero de 2012

Como ya es habitual parte del grupo es más madrugadora y después del desayuno en el hotel aprovechamos para acercarnos al supermercado Tesco y adquirir algunos comestibles que llevarnos a Český Krumlov para el fin de semana y de paso curiosear lo que la gente checa compra en la carnicería, en la pescadería (poca variedad para lo que estamos acostumbrados a ver España) y por supuesto cotejar los precios de los alimentos en comparación con lo que pagamos habitualmente por ellos en nuestro país, que salvo excepciones, resultan más bajos.

De vuelta al hotel dejamos preparadas las mochilas en recepción puesto que abandonamos las habitaciones a esta hora y recogeremos los equipajes por la tarde antes de poner rumbo a la estación de buses dónde tomaremos el transporte que nos llevará hasta la Bohemia Meridional. Son poco más de las 09.00 de la mañana cuando salimos a la calle para contemplar que las temperaturas son más altas que en días anteriores y la ropa térmica ya no resulta tan imprescindible.

Recorriendo las siempre interesantes calles de Staré Město embocamos la calle Karlova para llegar hasta el puente de Carlos (Karluv most). El día no es tan ventoso como el miércoles y se presenta más despejado lo que tiene como consecuencia inmediata que disfrutemos bastante más del paseo. Antes de llegar al estribo de Malá Strana abandonamos el puente por unas escaleras que descienden hasta la isla de Kampa, pequeña superficie terrestre que se genera por el Čertovka, un brazo de agua del río Moldava que se segrega del mismo.


En la isla hacemos parada en el molino del Gran Priorato cuya rueda de madera era empleada en tiempos pretéritos para la molienda del grano y más allá el muro de John Lennon, situado en la plaza Velkopřevorské náměstí en frente del Palacio Buquoy que alberga la embajada francesa y es propiedad de los caballeros de Orden la Cruz de Malta que permiten que se sigan pintando ininterrumpidamente nuevos grafitis en el mismo.


El origen del muro tal y como se le conoce hoy se remonta a la fecha en la que John Lennon es asesinado en 1980. El líder de los Beatles era venerado como un héroe por los pacifistas de centro y este de Europa en una época en el que las autoridades comunistas de estos países prohibían incluso la reproducción de las canciones del mismo por su mensaje considerado como subversivo. Tras la muerte de Lennon, en el muro apareció un retrato del artista junto a pintadas con frases desafiantes hacia las autoridades. La policía comunista procedió al borrado de las mismas pero cada vez que lo intentaban, las pintadas volvían a repetirse apareciendo además pedazos de canciones de los Beatles así como dibujos de flores, mensajes pacifistas y otras expresiones de la juventud de la época.


Desde la isla de Kampa se accede con facilidad al barrio de Malá Strana y hacemos un alto en nuestro camino para ascender a la torre de la iglesia de San Nicolás y tener vistas de la ciudad desde lo más alto de este barrio a la vez que conocemos la historia de las campanas y los usos que se daban a la mencionada torre durante siglos pasados. Pagamos la entrada completa (105 CZK) para acceder hasta el punto más alto, de nuevo Alberto con su carnet de estudiante, obtiene precio especial (55 CZK).


El ascenso se realiza en varios tramos, primero uno angosto y encajado en una espiral de piedra ennegrecida y los posteriores sobre tramos de madera que permiten distinguir con total claridad los estragos causados por algún incendio en siglos precedentes. A través de una serie de murales (con una traducción al castellano que parece sacada del Google por la cantidad de erratas ortográficas y gramaticales que contiene) se explica la historia de la torre y de sus campanas, desde que era empleada como puesto de vigilancia ante ataques enemigos (un vigía vivía en la torre y recibía manutención por ello) hasta que en época de la segunda guerra mundial en que fue empleada como puesto de francotirador por tropas alemanas, cómo así lo atestiguan multitud de objetos de esa época que se pueden apreciar en la cúpula. Las vistas merecen la pena, en el primer nivel se puede bordear por completo la torre y se tienen perspectivas magníficas de la cúpula principal de la iglesia cuyo tamaño y altura impresiona. En el segundo nivel y más elevado, desde un habitáculo de reducidas dimensiones, se divisan a través de pequeñas cristaleras los distintos barrios de la ciudad.


Al abandonar la torre bordeamos el edificio de la iglesia y contemplamos una de las vistas más bonitas de Praga, la pequeña y coqueta plaza de Malá Strana (Malostranské náměstí) con la silueta de la catedral de San Vito emergiendo a sus espaldas. Tenemos tiempo para asomarnos al interior de la iglesia y contemplar los frescos de los techos; todo ello desde la entrada antes de superar la taquilla porque si se quiere acceder al recinto hay que pagar. Por un momento taponamos el reducido espacio de acceso y se agolpan los turistas que pretenden abonar el importe de la entrada y visitar el recinto.



Desde aquí iniciamos un ascenso lento y continuo por la calle empedrada con más fama del barrio de Malá Strana, la calle Nerudova, que acoge cantidad de embajadas de otros países (especialmente llamativa la fachada del edificio que aloja la embajada italiana) y multitud de tiendas entre las que sobresalen las dedicadas a las marionetas artesanales, uno de los artículos que más llaman la atención en los escaparates por lo que no podemos resistir la tentación de entrar en alguna de ellas y contemplar de cerca estas obras de arte; marionetas de madera de tal realismo que parece que vayan a hablar en cualquier instante.

La calle Nerudova abandona su zona más angosta para desembocar en la calle Úvoz que muestra en sentido ascendente a la derecha los edificios que conforman el conjunto palaciego de Praga y a la izquierda la colina del monte Petrín. Nuestro objetivo es llegar al monasterio de Strahov, inconfundible por sus torres blancas y cúpulas de color verde al que se accede después de superar un último repecho de gran inclinación. Curioseamos por los alrededores del monasterio y de sus patios interiores pero no accedemos a la biblioteca medieval que alberga puesto que no abre hasta las 13.30. Una escalinata a través de un túnel constituye el hatajo que nos guía del monasterio a la zona de El Loreto. Una leyenda decía que los ángeles trasladaron a la ciudad italiana de Loreto la casa original de la Virgen, para salvarla de peligros externos. En el siglo XVII se difundió esta leyenda y se construyeron réplicas de la casa de Loreto, en este caso en la ciudad de Praga. Antes de observar los exteriores del edificio, considerado como un lugar de peregrinación cristiana y que alberga joyas de gran valor, hacemos una pequeña parada para comprar unos dulces en una pastelería de la zona y así tenerlos a mano después de comer.

Por la hora y el lugar en el que nos encontramos el alto en el camino para la comida lo tenemos claro. Lo haremos en U Černého vola cuya traducción es El Buey Negro (Loretánské nám. 107/1) una “hospoda” checa con gran tradición y que lleva siglos ofreciendo cerveza y algo de picar a todos sus clientes. El lugar hay que conocerlo o es fácil pasar de largo, pero es uno de esos sitios en los que merece la pena detenerse, mezclarse con los checos en sus mesas de madera corridas y degustar la magnífica cerveza Kozel, tanto rubia como negra.

El plan para comer hoy es alternativo, pediremos platos al centro para compartir mientras picamos acompañando a las cervezas, algo que descoloca un poco al camarero porque pedimos gran cantidad de comida (tenemos que pedir una segunda vez) y le resulta extraño; ¡Aquí se viene a picar, no a comer!, debe pensar el hombre. Algunas de las especialidades checas que degustamos son los utopenci (“hombres lanzados” que son salchichas encurtidas), el Tlačenka (embutido preparado a base de casquería de cerdo con su gelatina, similar al fiambre de cabeza de jabalí español, el Smažák (queso frito) o el topinka (pan frito con ajo).

La taberna destila un ambiente completamente checo, los únicos turistas somos nosotros, la atmósfera está llena de humo y las paredes lucen escudos de armas medievales que sumergen al local en tiempos remotos. En muchos locales de hostelería de Praga los camareros van apuntando en un papel que dejan sobre la mesa las consumiciones que se van pidiendo y al final la cuenta la hace el camarero de cabeza (nada de calculadoras). Siendo éste un lugar con tanta historia el método empleado no podía ser otro; al final la cuenta asciende a unos 1300 CZK, 52 euros a repartir entre 8 personas lo que equivale a decir que nos hemos hartado a comer y beber jarras de la magnífica Kozel, rubia o negra, (http://www.kozel.cz/agecheck.php?lang=cz) por 6,5 euros por cabeza.


Con el estómago lleno es hora de dirigirse hacia la entrada principal del castillo, que más que un castillo como tal es un conjunto de edificios al que se le da este nombre. El acceso aparece custodiado por dos guardias que permanecen impertérritos antes las fotos de los turistas y cuya ubicación se encuentra apostada bajo dos enormes figuras de piedra que coronan la entrada a través de una verja metálica al primer patio de armas. Desde aquí se accede a través de un pasadizo a un segundo patio de armas y después de superar un pasadizo más uno se encuentra de bruces con la puerta principal de la catedral de San Vito (fachada Oeste). El edificio está tan constreñido en el patio central del complejo palaciego que uno tiene que alzar la cabeza con gran inclinación para abarcar la plenitud de la fachada. Es de reseñar que alberga la tumba de Juan Nepomuceno, santo patrón de Bohemia.



El interior de la catedral es visitable sin tener que pagar por ello y aunque el acceso al presbiterio está limitado (sólo se puede rebasar la línea de cordones rojos pagando una entrada) con la visita libre es posible sentir la inmensidad de la mole de piedra, deleitarse con las bien trabajadas cristaleras y parecer minúsculo ante la magnificencia de las columnas y de la construcción en sí.


Al poco rato abandonamos el gélido interior de la catedral (la temperatura es más baja dentro de ella que en la calle) para caminar alrededor del edificio y poner nuestra mirada sobre la fachada más llamativa del mismo, enfrentada al palacio del castillo. La Fachada Sur y la Puerta Dorada elevan a la máxima expresión este templo gótico que constituye una seña de identidad de la República Checa; la contemplamos con detenimiento por un rato.


Dejamos atrás la catedral por debajo del paso cubierto que comunicaba en tiempos anteriores el templo con el palacio del castillo; avanzamos absortos por las tenebrosas gárgolas que embellecen los canalones y las vertientes de agua procedentes del tejado y a nuestro paso observamos la Basílica de San Jorge, reconocible por su fachada roja y blanca.



Aún no hemos tomado el café de rigor pero May está nerviosa sin su dosis diaria de cafeína por lo que nos detenemos en una cafetería ubicada dentro del complejo del castillo. Lo cierto es que en Praga los cafés con leche son caros (y más en este sitio tan turístico). Su precio es de 45 CZK (rondando los dos euros) pero hay que tener en cuenta el mimo con que son preparados calentando la leche, creando espuma con ella y decorando el enorme vaso dónde son servidos, ya que lejos de ser una tacita se convierten en auténticos “pucheros”.

Andamos un poco justos de tiempo por lo que obviamos asomarnos al callejón del oro. Para acceder hay que pagar la entrada general al recinto aunque a veces hacen la vista gorda y permiten el acceso libre, de todos modos no deja de ser un conjunto de casas de colores dónde venden souvenirs, y que se ha hecho famoso porque en una de estas casas (de color azul) vivió el escritor Kafka. A pesar de todo sí que nos tomamos unos minutos para detenernos en el mirador situado en la entrada este del castillo y que nos permite otear todo el Moldava y los edificios más representativos de la ciudad desde un ángulo diferente.


Descendemos por unas escaleras que nos llevan directamente hasta prácticamente la parada de metro de Malostranská‎ y cruzamos el Moldava por el puente Manesúv most en busca de la ciudad vieja y el hotel. A las 16.20 recogemos los equipajes y desde Můstek nos desplazamos en la línea amarilla sin transbordos hasta la estación de Andel dónde se ubica la estación de buses de Na Knížecí (metro Anděl, línea amarilla)., punto de partida del autobús que nos llevará a Český Krumlov y dónde hemos quedado con Isabel y Matt.


Nos basta con presentar los tickets electrónicos a la hora de abordar el bus y buscar nuestros asientos numerados (ver capítulo Preparativos antes del Viaje). Conocemos la Student Agency (http://bustickets.studentagency.eu/) de veces anteriores y si hubiera que resumir el servicio que prestan se podría decir que los autobuses son confortables y modernos, están limpios, existe posibilidad de que te presten auriculares para escuchar música o ver películas (en checo o inglés) y siempre existe una azafata a bordo que aparte de revistas ofrece como cortesía y libre de costes bebidas calientes (café, chocolate…).

Además los autobuses son puntuales, de manera exacta. A las 17.00 asistimos con cierta incredulidad a un episodio en el que una chica trata de conseguir que el conductor detenga el bus cuando éste apenas ha recorrido dos metros y ni siquiera ha abandonado la dársena de aparcamiento de la estación, pero no hay condescendencia. Mientras la chica trata inútilmente de que paren y le abran la puerta persiguiendo al autobús durante una docena de metros, conductor y azafata permanecen impertérritos sin llegar a pensar por un momento en detenerse. Así que con esta agencia hay que prestar atención a no llegar tarde y estar con tiempo suficiente antes de la hora salida prevista.

Aparte del mencionado avatar el viaje transcurre plácido, tranquilo y la mayor parte del mismo lo consumimos viendo una película inglesa y episodios de la serie Big Bang Theory. A la hora prevista (19.50 pm) arribamos a la estación de Český Krumlov, en concreto nos apeamos en la Auto Nazdravi (estación de autobuses) que es la última parada de la ruta y la segunda que hace el bus en esta localidad. Lo primero que constatamos y que hemos podido anticipar en el viaje es que existe nieve abundante sobre el terreno.

Nos ponemos en marcha hacia el hostal para hacer el checkin y durante este recorrido inicial por el pueblo nos damos cuenta de su excepcional belleza de la que sobresale la torre del castillo, perfectamente iluminada, y la torre gótica de la iglesia de San Vito. Hemos quedado en recoger las llaves de la pensión en el hostal de los mismos dueños, ubicado en una casa de varias plantas justo antes del puente que cruza el río que atraviesa el pueblo. Es el mismo Moldava que kilómetros de recorrido después también pasa por Praga.


Una chica nos atiende y toma uno de nuestros DNI a modo de garantía a la vez que nos entrega las llaves de las habitaciones. Ya sólo nos queda cruzar el helado río y ascender una escalinata que nos lleva hasta la calle de la pensión Merlín -http://www.hostelmerlin.com/en-(ver capítulo Preparativos antes del Viaje). Se trata de una casa con patio frontal y patio posterior en la que hay cinco habitaciones, dotadas cada una de su baño privado, y una enorme cocina-salón con el menaje necesario para el desayuno (cafetera, tostadora, nevera…). Cuando llegamos el ambiente en el interior está caldeado ya que deben haber encendido la calefacción con suficiente antelación a nuestra llegada. Y lo más interesante, la pensión (que no deja de ser una casa rural) sólo la ocuparemos nosotros, así que estaremos a nuestras anchas.

Tenemos el tiempo justo para tomar posesión de las habitaciones, dejar el equipaje y poner pies en polvorosa en busca de un sitio para cenar antes de que se haga más tarde. El pueblo es pequeño y camino de la plaza central reparamos en la gruesa capa de hielo que cubre el río de cuyo caudal sólo permanece en superficie un pequeño hilo de agua. En cinco minutos estamos accediendo por la puerta del restaurante elegido para cenar, Krčma v Šatlavské Tavern Šatlava (http://www.satlava.cz/page.php?sectid=satlava&artid=1). El local tiene aspecto de posada medieval, con techos abovedados y un enorme fuego entre la entrada y la barra que sirve como calefacción natural y espacio dónde asar la carne. El restaurante dispone de más estancias en su parte trasera, también abovedadas y cubiertas de piedra, todas ellas decoradas con objetos medievales: armaduras, pieles de oso….No en vano en este lugar albergaba la prisión del lugar en tiempos medievales.


Todo lo anterior sirve para que lo bauticemos cariñosamente como “La Posada del Pony Pisador” por su gran parecido por la taberna del mismo nombre que aparece en “El Señor de los Anillos”; como llega a decir Rubén, sólo falta que aparezca por la puerta Trancos o Frodo. Nos ubican en la mesa anexa al fuego aunque el que se lleva la peor parte es Matt que tiene que aguantar a un checo ebrio que no deja de darle conversación. Sirven cerveza Budvar y para cenar nos inclinamos por un menú especial de carnaval, que incluye una sopa, un codillo y un postre. El camarero dispone los codillos previamente cocidos sobre una parrilla en el fuego para que vayan alcanzando el último punto de asado.


Después de la sopa calentita el checo ebrio trata de abandonar el local por su propio pie y casi se cae arrollando la cortina que hay en la puerta, al final el camarero le ayuda con sus pertenencias para que abandone el local y nos deje disfrutar de la cena. Los codillos (dos enormes porciones por persona) son servidos en una fuente de madera donde también se dispone la guarnición. Alguno pensaba que cada fuente era servida por pareja, pero pronto el asombro les invade porque ¡las raciones son individuales!. A alguno le cuesta acabarse la comida pero entre todos damos buena cuenta de las viandas. Y de postre un bollito casero relleno de mermelada de lo que parecen ser arándanos.



Al traer la cuenta intentan colarnos la jugada del 10% de propina; es conocida por nosotros así que se lo comentamos al camarero amablemente y sin rechistar marca el precio a pagar sin incluir ese sobrecoste adicional. Aclarado el tema, le dejamos una buena propina voluntaria por el servicio que nos han dispensado; el local y su comida se han ganado nuestra admiración. Hemos cenado de maravilla y bebido cerveza en abundancia por un precio de 10 euros por persona. Desde aquí ponemos rumbo a la cervecería Eggenberg dónde según nuestras informaciones se desarrolla esta noche una fiesta de disfraces.


Este trayecto nos vale para observar bajo el prisma nocturno las bonitas y pintorescas calles empedradas del pueblo que nos llevan en ascensión al conocido como barrio de Latrán. Nos desorientamos y tenemos que preguntar en un bar dónde también celebran una especie de fiesta, y siguiendo sus indicaciones deshacemos nuestros pasos para llegar a la cervecería puesto que la hemos dejado atrás. La entrada cuesta 150 CZK y aunque hay música en vivo y gente disfrazada decidimos que no merece la pena y menos cuando volveremos durante el fin de semana a conocer la fábrica de cerveza y el restaurante.

Optamos por buscar un local que esté abierto a estas horas para tomar una cerveza antes de irnos a dormir. Nos encaminamos al Horror Bar - Nebeské pastviny (http://www.outsideprague.com/cesky_krumlov/horror_bar.html), muy cerca de la plaza central del pueblo y al que llegamos después de esquivar las placas de hielo sobre los adoquines de algunas callejuelas. El local está abierto, y se ubica en un sótano ambientado con esqueletos que cuelgan de las paredes y techos, ataúdes con tapas de cristal y estancias de piedra abovedadas que parecen criptas: un local peculiar con una extensísima carta de cócteles aunque nos decantamos por beber cerveza para no cambiar de tercio. La jornada ha sido larga y no nos vamos muy tarde a dormir, al día siguiente no hay prisa en levantarse pero también queremos aprovechar el tiempo en este magnífico rincón de la bohemia.



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