A las 10.15 estamos todos preparados en la puerta de la casa, habiendo desayunado previamente y con las maletas preparadas para dejar libre el que ha sido nuestro alojamiento durante las dos últimas noches. Cargamos con los equipajes hasta el hostal dónde la chica que nos hizo el checkin nos espera para que abonemos el importe de la cuenta y devolvernos el DNI que dejamos como fianza. Tal y como habíamos acordado nos presta la llave de la cocina del hostal dónde guardamos nuestro equipaje hasta la hora en que lo recojamos para dirigirnos al autobús.
Volvemos a repetir el paseo a través del pueblo y el barrio de Latrán para llegar a la cervecería, creo que uno nunca se cansaría de hacerlo por lo pintoresco del mismo. Llegamos a la fábrica de cerveza Eggenberg con tiempo para comprar las entradas: existen varios tipos de acceso y por optimización económica escogemos 5 entradas de 130 CZK (incluyen el tour guiado más dos jarras de cerveza de 0,5 litros en el restaurante de la fábrica) y otras 5 entradas de 100 CZK (incluyen sólo el tour guiado). Las tarifas se pueden ver en el siguiente enlace: http://www.eggenberg.cz/index.php?page=pceny&lang=en. A nuestro grupo de 10 componentes se suman algunas personas más de diferentes nacionalidades por lo que se acuerda con el guía que el idioma empleado en la visita sea el inglés. Desde el patio de acceso, dónde se acumulan cajas de la cerveza Eggenberg producida industrialmente, el guía nos señala el camino a otro patio interior dónde comienzan las explicaciones.
El guía, un hombre de avanzada edad, se presenta ante nosotros como Rosta, dice trabajar en el castillo y los fines de semana se emplea guiando las visitas a través de la fábrica de cerveza Eggenberg. El complejo se compone de dos partes, la tradicional que ha mantenido la forma de producción de la cerveza desde el siglo XVI y la nueva en la que los procesos mecanizados y computerizados se encargan de la producción de la bebida. Rosta nos cuenta que la fabricación de cerveza se inició en el propio castillo, pero que un siglo después, con la familia Eggenberg en el poder, la producción se trasladó a su ubicación actual donde la fábrica ha permanecido durante los últimos 350 años.
Las explicaciones del agradable guía son traducidas al español por nuestra parte para que aquellos integrantes del grupo que andan más escasos con el inglés puedan ir siguiéndolas. La primera estancia que visitamos conforma el corazón de la cervecería tradicional y en ella se observan 4 grandes tanques metálicos (antaño eran de madera negra de ébano) en los que tiene lugar el proceso inicial de la fabricación de la cerveza. En el primero se mezcla el grano (malta) con el agua, en el segundo se procede a la cocción del contenido por 3-4 horas, en el tercero se realiza una cocción a fuego más fuerte durante 15 minutos y en el cuarto se añade el lúpulo a la mezcla y se procede a la decantación del conjunto, desechando los restos sólidos y que antiguamente constituían alimento para el ganado (vacas, caballos…).
A medida que avanzan las explicaciones del peculiar personaje empezamos a tomarle cariño, por su inglés con acento alemán y por la forma en la que cuenta las cosas, siempre incidiendo en que todo se sigue haciendo en la fábrica (la parte artesanal) como se hacía en la edad media (“from the middle ages”). También nos narra la curiosa historia de cómo en tiempos pasados los trabajadores de la fábrica de cerveza (brewery) se encargaban de todas las operaciones que había que llevar a cabo en los grandes recipientes de madera, incluso la limpieza de los mismos. Anualmente había una fiesta en la que las mujeres del pueblo acudían a la fábrica y observaban a los hombres en los quehaceres de la limpieza y según su destreza al ejecutarlos eran elegidos como prometidos para luego poder contraer matrimonio con ellas.
Desde esta sala dónde se inicia el proceso de la fabricación de la cerveza pasamos a la zona de sótanos dónde se producía la fermentación de la misma en grandes barricas de madera a una temperatura de cero grados, la madera ha sido sustituida actualmente por recipientes metálicos. En esta área el maestro cervecero valiéndose únicamente de su experiencia y su sentido del gusto determinaba cuanto tiempo debían permanecer fermentando las cervezas para alcanzar su punto óptimo de sabor. Con 10 días de fermentación las bacterias originadas por la descomposición conseguían elevar la graduación hasta el 4% de alcohol. A mayor número de días de fermentación la cantidad de alcohol aumentaba hasta llegar a los 7-8%, para un período máximo de unos 15 días.
Rostar nos explica que actualmente se produce para el restaurante y de la manera tradicional cerveza de dos clases (nada que ver con la que se fabrica industrialmente en la otra dependencia de la factoría); una de trigo que puede resultar algo indigesta para algunos estómagos por la intolerancia que pudieran presentar al cereal mencionado y otra negra, mucho más digestiva. Nos deja probar la cerveza procedente de los recipientes de fermentación directamente del grifo, y apreciamos el sabor y el magnífico cuerpo de la misma. Como dato curioso nos cuenta que antiguamente los productos resultantes de la fermentación eran arrojados directamente al río puesto que no había añadidos químicos y era todo originado por un proceso natural por lo que no resultaba nocivo para las aguas fluviales. De hecho, según nos narra el propio Rostar, la fábrica fue visitada por la UNESCO para verificar que la cerveza servida en el restaurante sigue fabricándose según los métodos empleados desde la edad media, en el proceso de concesión a Český Krumlov del título de ciudad patrimonio de la humanidad otorgado por el citado organismo.
Acabada la visita pasamos al restaurante de la cervecería (http://www.eggenberg.cz/index.php?page=restaurace&lang=en) donde tenemos derecho a 10 consumiciones por las 5 entradas de 130 CZK que hemos adquirido. Por supuesto probamos la cerveza turbia de trigo y la cerveza negra cuya elaboración artesanal ha sido el hilo conductor de la visita a la fábrica Eggenberg. Y ciertamente para el que está acostumbrado a beber cerveza la diferencia es notable, este tipo de bebida preparada con métodos tradicionales no tiene nada que ver con la cerveza industrial de tirador que se suele estilar. Todos coincidimos; riquísima. Rostar se acerca a nuestra mesa para obsequiarnos con unas etiquetas de la cerveza Eggenberg a modo de recuerdo.
Desde la parte alta de la ciudad descendemos hacia la plaza principal para visitar la iglesia de San Vito, ubicada muy cerca de la primera y a la que se accede a través de una calle empedrada y unas escaleras de piedra. La torre de la iglesia es junto a la del castillo el otro icono de la población y es visible desde cualquier punto de la misma. La construcción de la Iglesia de San Vito empezó en el 1340 bajo las órdenes del arquitecto alemán Linhart de Aldenberg y se terminó después de las guerras husitas. Es de estilo gótico y en su fachada oeste se construyó la característica torre que en la planta baja tiene pequeñas ventanas romanas prismáticas y en las plantas de arriba es octagonal. La última planta de la torre es de estilo neogótico y data de de los años 1893-94. Hacemos la visita sin que haya turistas que incomoden nuestra presencia aunque la estancia en el interior de la construcción es corta ya que las temperaturas son más propias de un congelador industrial.
Con el apetito abierto nos encaminamos al lugar elegido para comer, se trata de la Hospoda Na louži (http://www.hospodanalouzi.cz/8/en/normal/restaurant-na-louzi-cesky-krumlov/), una pensión que también tiene restaurante donde se sirven comidas desde hace un par de siglos. El interior, totalmente forrado de madera, está profusamente decorado con carteles y motivos de cervezas de la zona y durante este fin de semana ofrece algunos platos especiales típicos de la festividad del carnaval. Pedimos una sopa negra de morcilla que no parece despertar grandes pasiones entre la mayoría del grupo, así que Óscar y yo tenemos que ponernos a la ardua tarea de acabar con todo lo que los demás han dejado. Otro plato tradicional en estas fechas es una especie de pudding de carne (blanca o negra) que sirven embutido a modo de salchicha, aunque la textura es más blanda lo que produce cierto rechazo entre los comensales de nuestro grupo. Parece que en esta ocasión la comida no ha gustado tanto, simplemente porque son sabores y texturas a las que no estamos acostumbrados. Los que no tenemos problemas con ningún tipo de plato culinario damos buena cuenta de todo. El importe total de la cuenta asciende a 1.431 CZK – 57 euros (aprox. Unos 5,7 euros por persona).
Al acabar de comer accedemos a la contigua Penzion Marie que alberga en su planta baja una kavárna o cafetería (http://www.pension-marie.cz/en/cafe/), atraídos por una enorme fuente de dulces parecidos a los buñuelos rellenos expuestos en el escaparate y que parecen ser el acompañamiento ideal para el obligatorio café posterior a la comida. Cuando estamos sentados nos damos cuenta de que el otro grupo que llena el salón está también formado por españoles, algo notorio y evidente por el nivel de decibelios que usamos en las conversaciones. Los pancakes y buñuelos que pedimos son un maravilla repostera en lo que se refiere a sabor y presentación al igual que los cafés que nos sirven; está extendido en la República Checa el tema de adornarlos, servirlos con gran cantidad de espuma y añadir elementos decorativos con caramelo o similares.
Disponemos de tres cuartos de hora hasta que llegue el momento de recoger los equipajes y partir hacia la estación de autobuses así que el grupo se divide en función de las inquietudes: seguir de sobremesa en la pastelería, dar un último paseo por el pueblo o hacer algunas compras pendientes (Matt ha visto una librería con títulos en inglés y está interesado en adquirir algún libro). Javier, Rubén, Óscar, Fátima y yo nos aventuramos a visitar la orilla del río para observar la fauna local, comprobar la resistencia de la capa de hielo que ha solidificado sobre las aguas y sacarnos fotos sobre curiosas esculturas que aparecen diseminadas por una de las orillas.
A las 16.20 nos congregamos en el hostal Merlin para recoger el equipaje que transportamos a mano ascendiendo por las calles del pueblo hasta la estación de autobuses. Los obligados descansos nos sirven para curiosear algunos escaparates de láminas y acuarelas con paisajes de la región y asomarnos a diversos miradores desde los que obtenemos nuevas e inéditas perspectivas del río y del castillo. En la hora prevista el bus parte rumbo a Praga.
El viaje se hace realmente corto debido a la proyección de una comedia americana y de varios episodios de Big Band Theory. El bus entra en la población de Ceské Budejovice para recoger pasajeros en su estación de autobuses; en esta ciudad se fabrica la cerveza Budvar y cuyos derechos fueron adquiridos por los americanos para distribuirla con el nombre con el que es conocida habitualmente, Budweiser.
Entramos en la estación de Na Knížecí en Praga a la hora esperada y sólo nos queda tomar la línea de metro amarilla hasta Můstek, no sin antes salvar uno de los principales problemas que tiene este medio de transporte; conseguir monedas sueltas para poder sacar los billetes en las máquinas expendedoras automáticas ya que es difícil personal en las taquillas a determinadas horas y fuera de las estaciones más concurridas.
Al llegar al hotel Melantrich nos topamos con una horda de personas de la tercera edad que están haciendo su checkin, por suerte el nuestro es rápido puesto que tienen nuestros datos guardados, sólo hace dos días que estuvimos alojados en el hotel. Queremos cenar con Isabel y Matt antes de que se vayan a casa y conocemos el sitio ideal, el U Provanizce (http://www.uprovaznice.cz/) situado justo frente a la boca de metro de Můstek (línea verde). Siendo domingo no hay problema en encontrar una mesa al fondo del local y nos decantamos por pedir platos para compartir: champiñones rellenos, queso rebozado frito y una tabla de carnes variada. La cerveza que sirven atiende a varias marcas: Gambrinus, Pilsner Urquell y Kozel. Y por supuesto la Rezané, una cerveza ámbar muy rica y bastante difícil de encontrar. La cuenta final asciende a 1.548 CZK – 62 euros (6,2 euros por persona).
Aunque nosotros estamos de vacaciones Isabel y Matt trabajan al día siguiente por lo que emprenden rumbo a casa después de la cena. El resto tenemos ganas de tomarnos una última cerveza para rematar el domingo. Hay un local tipo pub en la ciudad vieja que se llama The Iron Curtain-Propaganda (http://www.propagandapub.cz/). Ocupa un sótano enorme con varios ambientes y una decoración de lo más curiosa, con un corte comunista. Además en la carta existe gran variedad de bebidas así como de cervezas. Podemos degustar algunas de ellas; Lobkowick, Perla, Schwazenberg, Granat.
Cuando abandonamos el local sólo nos lleva caminar durante 3 minutos para llegar el hotel, cada vez estamos más satisfechos con la ubicación del mismo.
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