El desayuno comienza su servicio a las 07.00 por lo que somos los primeros en el salón y seguramente de los más rápidos en ingerir porque a las 07.20 estamos saliendo por la puerta del hotel, bien abrigados porque al ser más temprano que otros días el frío se deja notar en mayor medida.
A estas horas no hay actividad turística por las calles céntricas de Praga pero el Metro es un hervidero de checos que se dirigen a sus trabajos, la jornada laboral comienza temprano y lo podemos comprobar a lo largo del desplazamiento que hacemos por la línea verde desde Můstek a Muzeum y desde aquí en la línea roja hasta Nádraží Holešovice. Haber cotejado el acceso por el subterráneo desde la estación de metro a la de autobuses la noche anterior nos sirve para no titubear y llegar a las 07.45 a los andenes de dónde parten los autobuses, localizado el número 7 subimos al vehículo y mostramos nuestros billetes electrónicos impresos (ver capítulo Preparativos antes del Viaje) en papel al conductor que no habla una sola palabra de inglés.
Con puntualidad exquisita el autobús cierra las puertas y abandona el parking sumándose al tráfico praguense, que aunque denso ni mucho menos llega a los niveles del de una gran ciudad como puede ser Madrid. Sabemos que tenemos que apearnos en la primera parada de Terezín, sin necesidad de llegar al pueblo y Marta trata infructuosamente de explicarle al conductor (ayudado por otro pasajero que sabe algunas palabras en inglés) de que nos indique la parada con antelación para poder preparar nuestra salida del bus.
Por fortuna, una señora que se sienta en la parte trasera del vehículo nos escucha y se dirige a nosotros en español, es de nacionalidad checa, trabaja de traductora y le encanta nuestra lengua materna por lo que la habla y la práctica siempre que puede. Charlamos amigablemente con ella durante el trayecto y nos explica con claridad dónde hemos de apearnos, que precisamente es la parada en la que ella también abandona el bus. De todos modos no hay pérdida posible porque después de 50 minutos de viaje antes de llegar a Terezín a la derecha del bus emerge la fortaleza rodeada de un muro de ladrillo y en su entrada se vislumbra con claridad un cementerio custodiado por una estrella de David, esta es la señal que nos indica que debemos solicitar que el bus se detenga en la parada ubicada a escasos 300 metros de la entrada de la mencionada fortaleza: la parada es conocida como Terezín Memorial.
Terezín (en alemán Theresienstadt) es una población de la República Checa, especialmente conocida por el campo de concentración instalado en su término durante la Segunda Guerra Mundial, que llevaba como nombre alemán el de Campo de concentración de Theresienstadt, se divide en la pequeña fortaleza que actuaba como prisión y en el gueto, que está constituido por la propia ciudad ya que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como tal, para alojar y tener controlada a población judía.
Nuestra visita a la ciudad comienza por la fortaleza dónde debemos reunirnos con un guía que habla en español para que nos acompañe durante el recorrido por la pequeña fortaleza: se puede reservar este servicio de forma gratuita y con antelación vía internet en la web oficial del sitio http://www.pamatnik-terezin.cz/ y remitiendo para ello un mail a la dirección manager@pamatnik-terezin.cz. Después de despedirnos de la simpática traductora checa recorremos a pie la distancia que nos separa de la parada del bus hasta la entrada de la pequeña fortaleza observando a nuestro paso el cementerio que se extiende en las afueras del recinto amurallado. Compramos las entradas, 210 CZK por persona, que permiten la visita a la Pequeña Fortaleza, al Museo del Gueto y a los Barracones de Magdeburgo.
A las 09.00 hace acto de presencia Rosa, una señora bajita y dinámica, de nacionalidad filipina y que habla un español suficiente para hacerse entender, nos indica que a las 10.00 tiene un grupo de italianos por lo que no podemos demorarnos. La visita comienza en una sala calefactada cercana a la zona de taquillas en la que se expone mediante fotografías y algunos paneles la historia de Terezín, fue fundada en el siglo XVIII con el nombre de Theresienstadt al crearse una fortificación entre los ríos Labe y Ohre por los Habsburgo y su nombre se debe a la emperatriz María Teresa; su función inicial era la de proteger el imperio austríaco ante posibles ataques prusianos. Alrededor surgió un núcleo urbano, la actual ciudad.
Durante la Segunda Guerra Mundial la población es usada como gueto judío y posteriormente la antigua fortaleza sirvió al ejército nazi como campo de concentración y prisión para delincuentes de la época. La fortaleza nunca tuvo la función de campo de exterminio, pero sirvió de prisión temporal para muchos que sí fueron enviados a otros campos para ser ejecutados.
Rosa nos guía por un recorrido claustrofóbico a lo largo el campo que recrea el proceso que seguían los presos desde que entraban y pasaban por el registro hasta que finalmente, en algunos casos, eran ejecutados. Después de pasar la zona de control dónde se obligaba a los prisioneros a permanecer de pie durante muchas horas y eran desposeídos de todas sus pertenencias atravesaban el arco con la leyenda habitual en campos de exterminio nazi: Arbeit Match Frei (“El trabajo libera”).
Visitamos la zona en la que los presos convivían hacinados en barracones con condiciones de higiene y salubridad lamentables y uno se imagina la dureza de los inviernos que tuvieron que pasar allí. Más traumática resulta la observación las celdas de aislamiento, sin ventanas, sin mobiliario, dónde algunos presos eran castigados durante largas temporadas sin contacto con el mundo exterior. Rosa nos narra la historia del campo y de sus distintas áreas, barracones y dependencias a medida que incluye anécdotas sobre los presos y los guardianes e incluso alguna tentativa de fuga con éxito que se produjo en el campo.
Una de las partes más impactantes es la que nos lleva a recorrer un túnel de unos 500 metros de longitud por el cual algunos prisioneros eran conducidos al patíbulo para ser ahorcados o bien para ser fusilados, la sensación es angustiosa y sólo por ello ha merecido la pena la visita a este lugar, para conocer de primera mano los padecimientos por los que mucha gente hubo de pasar en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Rosa se despide de nosotros y nos encomienda para el visionado de una película en castellano, de media hora de duración en la que repasa la historia de Theresienstadt. Más de 150.000 judíos fueron trasladados al gueto, de los que 33.000 aproximadamente murieron en Terezín y otros 88.000 fueron deportados a campos de exterminio. Quizá el dato más relevante es que a pesar de que la Gestapo tomó el control de Theresienstadt instalando una prisión en la Kleine Festung («Fortaleza pequeña»), el lugar fue convertido en un gueto amurallado, que presentaba una fachada que escondía la operación de exterminio de los judíos, impulsada por el jefe de las SS, Reinhard Heydrich. Para el mundo exterior, Theresienstadt debía aparecer como una colonia judía modelo. Incluso se rodó una película con el título de Der Führer schenkt den Juden eine Stadt (El «Führer» regala una ciudad a los judíos), para transmitir esa sensación y se engañó a una visita de la Cruz Roja mostrando el campo como un sitio idílico, obligando a los presos a actuar y mostrar condiciones de vida que no se correspondían con la realidad (luego estos presos fueron deportados y exterminados). Se trataba de un campo de concentración, que también fue utilizado como campo de transición hacia Auschwitz y otros campos de exterminio.
Para reponernos del frío reinante y de las sensaciones que nos está transmitiendo la visita hacemos un alto en la cantina o restaurante del complejo, que también daba servicio en los años 40 a los oficiales alemanes y nos tomamos una sopa calentita que nos hace entrar en calor. De aquí pasamos a un edificio cercano, atendiendo las indicaciones de Rosa, que constituye un museo con herramientas y objetos pertenecientes a prisioneros que habitaron el campo y una serie de murales que explican de manera perfecta los distintos aspectos de la historia y del día a día del lugar durante los años de la guerra.
Volvemos a dar una vuelta a nuestro aire, sin guía, para detenernos en los lugares que más interés nos han despertado y poder investigar por otros patios que no habíamos pisado durante la visita guiada. Al abandonar el complejo de la pequeña fortaleza nos despedimos de Rosa a la que solicitamos recomendación de algún sitio dónde comer en el pueblo de Terezín. Mientras nos alejamos del recinto la visión que nos acompaña es la del cementerio judío dónde habitan decenas de cuerpos sin identificar, una imagen que invita a la reflexión y que se prolonga como una sombra alargada de los acontecimientos que un día tuvieron lugar en la fortaleza que ahora dejamos atrás.
Después de un paseo de unos 15 minutos llegamos al pueblo de Terezín dónde es fácil ubicarse atendiendo a las indicaciones del plano impreso en las tickets que hemos comprado para acceder al complejo. Localizamos el Museo del Gueto pero pasamos de largo porque queremos visitar los puntos más alejados antes de la comida. La primera parada la hacemos en los Barracones de Magdeburgo que albergan en su interior muestras de las manifestaciones artísticas surgidas en la ciudad-gueto, en forma de música, literatura, teatro y una fantasmagórica recreación de uno de los barracones dónde convivían hacinadas docenas de personas durante los años de la Segunda Guerra Mundial, en unas condiciones de higiene y de intimidad inexistentes.
Alejándonos del centro del pueblo hacemos un alto en el camino para ver el columbario que aloja restos fúnebres de algunos de los que vivieron en el campo y más allá, después de un paseo que acaba por sacarnos de los límites urbanizados, llegamos al crematorio custodiado por un empleado que nos muestra con su presencia vigilante los hornos empleados originalmente para la cremación de los cuerpos sin vida, la crudeza con la que eran tratados los cadáveres; aún uno puede imaginar el olor que debía impregnar el lugar.
El crematorio fue construido por los prisioneros del gueto siguiendo órdenes de la jefatura de las SS. En su interior existían 4 hornos diesel, los cadáveres eran introducidos sin ataúdes, únicamente apoyados sobre las tablas inferiores sobre las cuáles habían sido colocados. Los operadores del horno intentaban mover los restos de los fallecidos de forma individual y de igual manera almacenarlos en las urnas aunque sin duda una de las tareas más complicadas era la de recoger de las cenizas los fragmentos de oro de los restos de las prótesis dentales y entregárselos a los oficiales de las SS. En este crematorio también se incineraban los cadáveres de los prisioneros de la Pequeña Fortaleza, el proceso era vigilado y supervisado por los guardias de la cárcel y evitaban que los presos que trabajaban en el lugar reconocieran los cadáveres de los presos. De los documentos de registro elaborados por los propios trabajadores del crematorio se calcula que se incineraron unos 30.000 cuerpos entre 1942 y 1945.
Es casi la hora de comer por lo que deshacemos el camino en dirección al pueblo no sin antes hacer una parada en un canal de agua dónde dos enormes mamíferos que no alcanzamos a identificar juguetean cerca del agua: parecen ratas gigantes por lo que elucubramos sobre su especie, sin conclusiones válidas. El Atipyk es el local que nos ha recomendado Rosa, un lugar muy próximo al museo (Máchova 91) dónde sirven buena cerveza Budvar y unos platos principales entre los que elegimos goulash de ternera (muy bueno) y cerdo.
A la salida del local hacemos la parada de rigor para tomar algo dulce en la pastelería situada en la misma calle y desde aquí buscamos la antigua sinagoga oculta en una de las casas de particulares que era empleada por los judíos para sus oraciones clandestinas fuera de la vigilancia de los alemanes. La sinagoga no deja de ser un cuarto sin ventanas en el interior del patio de una casa residencial, lo más llamativo tal vez sea ese halo de clandestinidad y de ocultismo que la rodeaba.
A un par de manzanas de la sinagoga está el Museo del Gueto, y justo en su puerta la parada de buses. Son las 16.00, el próximo bus hacia Praga pasa a las 16.05: como hemos quedado a las 18.30 en el teatro Nacional con Isabel y Matt optamos por no apurar más y compramos los billetes al abordar el bus para lo que tenemos que hacer señas al conductor que sólo habla checo. El museo decidimos pasarlo por alto aunque nos hacemos una idea de su contenido y su muestra artística habiendo visto la colección existente en la pequeña fortaleza y en los barracones de Magdeburgo.
El cansancio se nota y hace que todos aprovechemos para echar una cabezada en el trayecto de menos de una hora que nos conduce a la estación de Nádraží Holešovice. De nuevo metro hasta Můstek y cada uno a su habitación, hay que engalanarse para acudir a la representación de “El Lago de los Cisnes” en el majestuoso edificio del Teatro Nacional.
A la hora indicada nos encontramos con Isabel y Matt en la entrada del edificio dónde podemos comprobar que la gente acude a este tipo de eventos con vestimenta muy formal. Las entradas las compró en su día Isabel en las taquillas de propio teatro a un precio de 320 CZK (menos de 13 euros) pero se pueden comprar también online en la siguiente dirección http://www.ticketsbti.cz/WBS/ang/. Acudir a un lugar como este para ver una representación de todo un clásico interpretado por una compañía rusa resulta muy económico, más aún para Isabel que por tener carnet de estudiante en Praga sólo paga por localidades de las mismas características que las nuestras el 50%, es decir 160 CZK (el equivalente a 6,4 euros).
Como era de esperar el interior del edificio nos impresiona; tenemos que subir varios tramos de escaleras hasta encontrar nuestro galería, casi estamos a la altura de las enormes estatuas que adornan la fachada principal del teatro y que se divisan desde la calle. Después de dejar nuestras prendas de abrigo en un servicio de guardarropa gratuito accedemos a las localidades con tiempo suficiente para extasiarnos contemplando el magnífico interior del teatro con techos y palcos profusamente decorados.
Atendemos a la representación con suma atención, se divide en cuatro actos que son puestos en escena en dos bloques con pausa intermedia de quince minutos. Al final del espectáculo la ovación es cerrada, los bailarines y artistas se han ganado nuestro más sincero aplauso por la perfección en la ejecución y todo ello acompañado de la grandiosidad del escenario y la magnífica coordinación de la orquesta de músicos.
Comentamos animadamente la función a la que acabamos de asistir cuando tratamos de hacernos con sitio para cenar en un restaurante situado a pocos metros de la entrada del Teatro Nacional, el Krušovická pivnice - Salanda, pero no hay suerte, está repleto por lo que nos dirigimos a otro que ya conocemos y que se ubica a apenas 2 minutos caminando. En este caso el local elegido es el U Medvídků (http://www.umedvidku.cz/), que tiene en su planta superior una microcervecería que vale la pena visitar para probar sus cervezas de fabricación propia Oldgott y X33.
En esta ocasión tenemos fortuna y conseguimos una gran mesa dónde ubicar un grupo tan numeroso (somos 10 personas y unos amables checos nos ceden la suya para que no tengamos que escindir el grupo). La carta de este restaurantes es muy variada y las elecciones son muy diversas: pato, faisán, jabalí, pollo…..y todo regado con buena cerveza Budvar. La cuenta no supone ni 10 euros por persona.
Isabel y Matt toman el tranvía rumbo a su casa mientras que nosotros caminamos al hotel, el día ha sido largo y repleto de actividades, lo mejor será descansar y hacer acopio de fuerzas porque la jornada siguiente también parece que no nos dará tregua.
En el mismo patio donde esta la horca(únicamente fueron ahorcados 3 prisioneros políticos alemanes)después por cuestión de tiempo se suspendio este método, siendo fusilados los prisioneros sentenciados. En el paredón que continua a la puerta que conduce a la puerta de la muerte se fusilaba a la gente. se ve claramente que a veces se fusilaba de a 5 por los impactos que hay en el paredón. del otro lado de la zanja en un techo y una plataforma donde los fusileros se ponían en posición cubito prono para disparar. comento esto porque en todas las notas que figuran en internet nunca hacen mención al verdadero paredón de fusilamiento de terezín. está a casi veinte metros de la horca y la puerta. saludos.
ResponderEliminarGracias por la aclaración!!!
EliminarUn saludo
Miguel