domingo, 15 de abril de 2012

LA CIUDAD VIEJA Y EL PUENTE DE CARLOS. ASISTIENDO A UN PARTIDO DE HOCKEY HIELO

Miércoles, 15 de febrero de 2012

Debido a la tardía hora de llegada del día anterior dejamos un poco de margen en esta primera jornada para que la gente descanse y establecemos las 09.30 como hora para salir del hotel e iniciar la visita a la ciudad. No obstante, queda patente que muchos de nosotros somos de poco dormir y nos encontramos antes de las 08.00 en el desayuno que es servido en un pequeño espacio habilitado en la zona próxima a recepción, de tal manera que algunas mesas se ubican frente a ella.

El desayuno resulta lo suficientemente variado como para no aburrirse de él durante las fechas en que nos alojemos en el hotel y permite tomar fruta, algo de verdura, alimentos calientes (salchichas, patatas, huevos cocidos), fiambres y quesos, yogur, cereales, una gran variedad de panes, surtido de bollería típica del país, café y todo lo que le acompaña (mermeladas, mantequillas, infusiones). Y a demás de todo ello existe una máquina de zumos, de los que se hacen con polvos; si hubiesen tenido zumos naturales se habrían coronado. Teniendo en cuenta que la noche anterior lo único que teníamos en el estómago al irnos a dormir fueron los bocatas ingeridos en Barajas, ya que a la hora a la que llegamos al hotel no encontramos nada abierto en Praga para cenar (las cocinas por la noche cierran muy temprano), y que alguno tuvo que beberse la cerveza del minibar de la habitación para calmar la sed (el ansias de Rubén), el desayuno se convierte en pantagruélico.

Aún así a las 08.45 aún no hemos visto por el comedor a Javier y Marta por lo que abandonamos el hotel y optamos por acercarnos a la cercana torre del reloj, apenas a 150 metros del hotel. Nada más salir a la calle nos recibe una ventisca de nieve que parece avanzar malas condiciones climatológicas para el viaje, pero afortunadamente es pasajera y dura unos segundos. A través del pasaje Melantrichova se tiene uno de los accesos más bonitos a la plaza de la Ciudad Vieja, se pasa de la estrechez del callejón a la amplitud de la plaza al mismo tiempo que uno se topa de frente con el famoso reloj astronómico.


Faltan un par de minutos para que sean las 09.00 en punto, y como cada hora, se producirá uno de los ritos que más turistas congregan en Praga, el desfile de figuras que tiene lugar alrededor de la esfera del reloj. A estas horas hay pocos turistas y disfrutamos del espectáculo sin apreturas: el esqueleto tirando de la cuerda, los apóstoles desfilando, el turco agitando el brazo…..y cuando esto concluye en lo alto de la torre un hombre con atuendo de época medieval hace sonar su trompeta a los cuatro costados de la construcción.


Damos un paseo por la plaza observando la inconfundible figura de las cúpulas de la iglesia de nuestra señora Týn, el monumento a Jan Hus que ocupa el centro de la enorme plaza, la iglesia de San Nicolás, la fachada rococó del Palacio Kinských, la campana de piedra tallada sobre una de las fachadas de la plaza y todo el conjunto de edificios peculiares que conforman este incomparable espacio urbano. Algunas máquinas trabajan con frenesí para retirar la nieve acumulada antes de que la zona se empiece a abarrotar de turistas, que aunque sea invierno, siempre los hay en Praga.

 


Después de nuestra primera escaramuza son las 09.30 y pasamos por el hotel para reunirnos con Javier y Marta, ya listos después del desayuno. Al abandonar el alojamiento somos testigos de cómo los comerciantes han comenzado a montar los puestos de un mercado callejero en la calle Havelská, dónde aparte de souvenirs también se vende fruta fresca.


El itinerario por la ciudad vieja (Staré Město) no puede más que asombrar; allá donde se dirija la vista siempre hay una fachada, un tejado, una buhardilla, un ventanal, una estatua, una iglesia que merezca la pena ser contemplada. Llegamos a la torre de la pólvora -Praná brána- (empleada para guardar este material bélico durante el s.XIX) de dónde parte la calle Celetná, con gran cantidad de tiendas y que conduce directamente a la plaza de la torre del reloj. Al lado de esta peculiar torre se erige la inconfundible fachada de la Casa Municipal (Obecním domě) caracterizada por los frescos sobre su entrada principal.


Y desde este punto abordamos una de las áreas de la ciudad vieja con más encanto, la parte trasera de la iglesia de Týn, callejuelas estrechas y un pequeño patio (Patio de Týn) que nos hacen retrotraernos varios siglos porque da la sensación de que el decorado ha permanecido inmutable, impasible a los avatares de las centurias transcurridas.


Llegamos de nuevo a la gran plaza de la ciudad vieja por un pasadizo desde la zona antes comentada y buscamos la entrada a la iglesia de Týn, que realmente está encerrada entre edificios y a la que hay que acceder a través de la arquería que existe en su parte frontal. La entrada es libre y permite la vista de la decoración y la profusa decoración de la misma; en esta iglesia yace enterrado Tycho Hale, un notable astrónomo danés afincado en Praga que puso las bases para el posterior desarrollo de la teoría heliocentrista de Kepler.


El bullicio comienza a hacerse patente en la gran plaza, así que optamos por verla desde una posición cenital y no hay mejor manera para ello que subir a la torre del reloj. Las entradas cuestan 105 CZK y 55 CZK para estudiantes menores de 26 años que lo acrediten mediante el carnet correspondiente, por lo que sólo Alberto puede acogerse a este pago reducido. Al lado del puesto de venta de entradas existe una zona de descarga vía bluetooth con acceso a un archivo mp3 que narra la historia de la torre (en inglés o checo).

La subida se puede realizar mediante un ascensor o a pie a través de una rampa que bordea al anterior. Nos decantamos por la primera opción, no es cuestión de llegar arriba extenuados. En la parte alta existe una estancia diáfana acristalada que permite vistas de 360º alrededor de la torre y es aquí donde se protege del frío la persona ataviada con ropajes medievales que cada hora en punto y después de la puesta en escena del reloj de la torre se encarga de tocar la trompeta a los cuatro vientos.


Existe un pasadizo bastante estrecho que rodea la mencionada estancia, ya en el exterior, y que permite asomarse y observar a la gente apiñada frente al reloj esperando que las horas en punto lleguen así como el resto de la plaza y los edificios aledaños a vista de pájaro; sin duda una de las mejores formas de comprobar la fisionomía de los tejados y cubiertas de las construcciones del barrio de la Ciudad Vieja.
El descenso lo realizamos a pie, no sin antes atravesar una pequeña escalinata regulada por semáforos ya que sólo tiene anchura suficiente para albergar el paso de una persona simultáneamente: o suben o bajan, no hay espacio para la coincidencia. Nos reagrupamos en la entrada del edificio que hace las veces de ayuntamiento y de oficina de turismo y debatimos sobre lo próximo a hacer.



Optamos por recorrer la parte de Staré Město que aún no hemos pisado, callejeando hasta encontrar la calle Karlova, también imperial y magnífica dónde las haya y que alberga entro otras cosas una infinidad de tiendas de souvenirs, la entrada principal al Klementinum (complejo perteneciente a la orden jesuita), una estatua de la princesa Libussa (antepasado mítico de la dinastía Přemyslida y el pueblo checo en su conjunto que según la leyenda, fundó Praga en el siglo VIII), fachadas de edificios difíciles de dejar de observar y por supuesto el acceso directo desde el centro al puente más famoso de Praga, el puente de Carlos (Karluv most).

Antes de llegar a tan conocido lugar hacemos una parada para tomar algo y reponer fuerzas y el lugar elegido es el Restaurace U Knihovny (http://www.uknihovny.cz/). Los que aún no han estado en Praga tienen su primera toma de contacto con la cerveza servida en vasos de medio litro y con las sopas calientes, tan necesarias para mantener el calor corporal en esta época invernal. Y también asistimos al primer intento de cobro de propina de manera indebida; han visto que somos turistas y añaden un 10% a la cuenta. Basta con explicar amablemente al camarero que el abono de esa cantidad no es obligatoria para que nos cobren la cantidad correcta.


Cruzar paseando el puente de Carlos es una de esas cosas que se podría hacer cientos de veces en la vida sin llegar a cansarse de ello. El puente, custodiado en ambos estribos por dos torres colosales está adornado con figuras de piedra que acompañan al paseante en su periplo de un extremo a otro. Es un lugar muy concurrido y esto es aprovechado por los dibujantes y vendedores de láminas para ofrecer sus productos a los turistas. Desafortunadamente durante el día de hoy un fuerte viento se deja notar en la plataforma del puente y el paseo es más rápido de lo que nos hubiera gustado por la desapacible sensación que tenemos debido a los condicionantes meteorológicos.


Si el extremo del puente que da a la Ciudad Vieja es espectacular la visión que tiene el paseante al llegar al estribo de Malá Strana (Ciudad Pequeña) no se queda a la zaga con el castillo de Praga y la catedral de San Vito coronando el mencionado barrio. Nos dirigimos hacia el norte (en dirección contraria a la isla de Kampa) para buscar el Museo Kafka y su escultura de “los meones” y las que quizá sean las mejores vistas del puente, justo desde la zona de la orilla del Moldava que pertenece a dicho museo. Al abandonar el área y retornar hacia el puente hacemos un alto en el camino para echar un vistazo a la calle más estrecha de Praga (Čertovka), que a nuestro paso permanece clausurada con una verja metálica seguramente porque el restaurante al que da acceso se encuentre en esta época cerrado. La calle es tan estrecha que es difícil que dos peatones se crucen en ella por su angostura, y el tráfico de paseantes (cuando está abierta) se regula mediante semáforos.

Es prácticamente la hora de comer (según nuestro horario español) así que localizamos un restaurante marcado en el listado de nuestras preferencias y nos dirigimos hacia él; el paseo nos lleva por la calle Mostecká hasta la plaza de Malá Strana y desde ahí buscamos la calle Tržiště hasta que un lento caminar por el suelo empedrado nos conduce al Baráčnická rychta (http://www.baracnickarychta.cz/en/), un local para no fumadores y en que logramos sentarnos con fortuna porque casi todas las mesas están llenas o reservadas.

El ambiente es acogedor, con enormes y potentes radiadores caldeando una atmósfera caracterizada por las mesas y paredes de madera y por un infatigable camarero que se afana por servir las mesas con rapidez. En este local probamos la sublime cerveza Svijany (http://www.pivovarsvijany.cz/) de tirador en sus diferentes variedades: rubia (Svijanský Máz), turbia de trigo (Kvasničák), negra con sabor a caramelo (Svijanská Kněžna)  y degustamos un menú consistente en una sopa caliente de primero y de segundo cerdo con guarnición o queso frito. Nos divertimos durante la comida viendo ir y venir al incansable camarero que ha de atender a todas las mesas del local, tirar la cerveza en la barra y hasta preparar los cafés, haciendo gala de un sprint corto propio del mejor velocista de 100 metros. Se ha ganado por nuestra parte el cariñoso apelativo de “el figura” y salimos contentos del local, la comida ha cumplido las expectativas y la cerveza, seguramente una de las mejores de tirador que hayamos probado.


Al retornar a la calle Karmelitská entramos en el primer local que vemos para tomarnos un café (May es muy cafetera y no puede perdonarlo después de las comidas principales), con aspecto de ultramoderno y fashion (Creme Caffé Il Balcone), pero resulta ser una equivocación, porque el chocolate que pedimos es muy claro y poco dulce y además su precio no es nada económico. Y como colofón la camarera se cobra la cuenta sin traernos la vuelta, que aunque sólo sean 3 CZK debería haber retornado a la mesa. Es lo que sucede por improvisar, a veces se acierta y otras no.

Va siendo hora de pensar en volver al hotel porque tenemos planes para más tarde y lo hacemos caminando por la calle Karmelitská, paralela al río Moldava para luego cruzarlo sobre el puente (Most Legií) que va a llevarnos justo al edificio del Teatro Nacional, no sin antes detenernos en una pastelería de camino, que vende repostería típica y unos magníficos y calóricos bollos rellenos de crema y mantequilla que hacen las delicias de los más golosos. Aunque pasaremos más veces por delante de él durante nuestra estancia en Praga, para los que lo ven por primera vez es obligatorio detenerse y quedarse obnubilado por la arquitectura del edificio del Teatro Nacional (Národní Divadlo); sólo puede recibir calificativos de admiración por cualquiera que lo contemple.


Paramos en el hotel el tiempo justo para recoger los productos alimenticios que hemos de entregar a Isabel y que constituyen la remesa remitida desde Madrid de parte de sus padres. La idea es tomar un tranvía en Náměstí Republiky‎ que nos lleve a las inmediaciones del Tesla Arena, complejo deportivo dónde el equipo de hockey hielo del HC Sparta de Praga (el segundo en importancia de la ciudad) celebra sus partidos. Buscamos el tranvía 8 que es el que nos ha indicado Isabel pero su ruta no figura en la parada, después de llamarla y preguntar a una chica nos enteramos de que hay obras en el otro lado del río, y que el itinerario del 8 se encuentra cortado. Analizada la situación optamos por caminar 10 minutos y desde allí tomar el metro (línea C, roja) hasta Nádraží Holešovice, relativamente cerca del Tesla Arena.

Llegados a la estación hacemos una escaramuza para ubicar las dársenas desde dónde parte el bus que al día siguiente nos llevará a Terezín, tenemos comprados los billetes para el de las 08.00 y no queremos perderlo. Gracias a un mapa de la zona al final conseguimos detectar el paso subterráneo que conduce a la estación de superficie de autobuses, justo al lado de la vía férrea y todo ello bajo una súbita tormenta de nieve que lanza sobre nosotros copos de tamaño considerable, pero que por fortuna apenas dura 5 minutos.

Siguiendo de nuevo el mapa en 10 minutos estamos en el Tesla Arena, donde la impaciente Isabel nos espera junto a Matt y Paul, un amigo de ambos. El partido comienza a las 18.30 y no habíamos caído en que los controles de seguridad ubicados a la puerta del estadio no permiten el acceso con botellas de aceite, latas de atún y demás viandas; tenemos que dejarlo todo dentro de una mochila en la consigna anterior a los tornos y por la que hay que pagar 5 CZK.

Las entradas para este tipo de eventos se pueden adquirir directamente en la web del club (http://www.hcsparta.cz/) aunque en nuestro caso fue Isabel la que se encargó de gestionarlas en las taquillas del estadio, a un precio de 115 CZK. Las localidades están cerca de la pista que nos proporciona una visión de espectáculo hollywoodiense en cuanto accedemos a ella, con música potente y efectos de luces para recibir a los jugadores mientras en uno de los fondos las animadoras cumplen con su cometido. Hoy se enfrentan el equipo local HC Sparta de Praga, apoyado por sus seguidores y su mascota (un muñeco con atuendos de espartano), y el equipo visitante el PSG Zlín.


Matt, Isabel y Paul nos explican someramente algunas de las normas básicas del juego porque es la primera vez que asistimos a un evento de este tipo y ciertamente se trata de un juego dinámico, entretenido, agresivo y muy físico como así se deduce de los cambios múltiples entre jugadores y de la extensión de ambos banquillos de suplentes. Los partidos se estructuran en tres tiempos de 20 minutos a reloj parado con intermedios de 15 minutos que son aprovechados por los aficionados para acudir en masa a los puestos de venta de cerveza, perritos calientes y patatas fritas ubicados en las tripas del estadio.


Y es que ciertamente la temperatura dentro del recinto no es muy alta (6 grados centígrados) y eso hace que ingerir calorías vía alimentos y cerveza sea la forma idónea para mantener el calor corporal. A medida que avanza el partido gana en tensión y nuestra posición en el graderío, próxima a la hinchada visitante, convierte en más animado el devenir del encuentro. Finalmente es necesaria una prórroga que se dilucida con un “gol de oro” en contra de los locales. Ha sido una experiencia entretenida y así lo comentamos a la salida del estadio.



Nos despedimos de Paul y el resto nos encaminamos hacia un local cercano, conocido por Matt e Isabel, para tomar algo de picar acompañando a unas cervezas. Se trata de una de las sucursales que tiene en Praga la cadena Bohemia Bagel (http://www.bohemiabagel.cz/locations.php#holsovice), en concreto ubicada en Dukelských hrdinu 48, un sitio moderno dónde poder tomar una ensalada, hamburguesas (muy buenas) o simplemente unas alitas de pollo para servir de acompañamiento a las Gambrinus o Pilsner Urquell.

Nos despedimos de Matt e Isabel en su parada de tranvía y andamos unos metros hasta llegar a la cercana estación del suburbano de Vltavská (línea roja), y después de un transbordo y escasos minutos arribamos a Muzeum lo que nos permite salir a la superficie justo al lado del edificio del Museo Nacional; desde aquí hasta el hotel el paseo es agradable recorriendo la amplia e iluminada Václavské náměstí. Nos emplazamos a las 07.20 del día siguiente en el hotel, preparados para salir, la jornada se presenta muy apretada.

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