domingo, 15 de abril de 2012

PRAGA VISTA DESDE LA TORRE PETRIN, PASEO A ORILLAS DEL MOLDAVA Y VISITA A VYSEHRAD

Lunes, 20 de febrero de 2012

Como es habitual cada uno llega a desayunar a la hora que le apetece pero esta vez no habíamos tenido en cuenta la horda de jubilados nórdicos recién llegada al hotel la noche anterior por lo que conseguir mesa se antoja algo más difícil en el pequeño comedor-recepción del hotel.

Poco después de las 9 de la mañana nos ponemos en marcha con una temperatura más alta que en días anteriores y con una previsión de que alcance los 5 grados a mediodía. Hay que abrigarse pero tampoco nos hará falta mucha ropa térmica porque el plan para hoy es básicamente pasear y caminar.

Salimos del hotel y en esta ocasión no pasamos por la torre del reloj y si que nos dirigimos a la calle Husova en busca del famoso Veselec u hombre colgado, una escultura de lo más curiosa que arroja la imagen de un individuo que se sujeta con una única mano de un saliente de un tejado y que queda suspendido sobre la propia calle. Desde aquí el camino nos lleva a tomar la calle Karlova y a enfilar el puente de Carlos, uno nunca se cansa de cruzarlo y pasear por él, y hoy atravesarlo resulta incluso más agradable porque es lunes y el número de turistas es considerablemente menor que durante el fin de semana.


Llegando al estribo del puente situado sobre Malá Strana una parte del grupo decide curiosear en tiendas de láminas pintadas a mano que representan monumentos y paisajes típicos de la capital praguense mientras que otros descendemos por la escalinata que sale del puente y lleva directamente a la isla de Kampa. Desde ella observamos otra nueva perspectiva del puente más famoso de la ciudad y atravesando el parque Ostrov Kampa nos dirigimos en busca de las esculturas de bronce que representan a tres niños gateando en el suelo. Carecen de rostro y en su lugar se ha incrustado un código de barras. Estas figuras son las que sobraron al colocar a sus “compañeros de camada” en la torre de televisión de la ciudad y propician nuestra reflexión sobre su significado.


Atravesamos un puente que se erige sobre el brazo de agua que separa la isla de Kampa de tierra firme y callejeando llegamos a la calle Újezd, justo en el punto de salida del funicular que sube a la torre Petřín‎. Después de un intento fallido en una pastelería para conseguir cambio con el que comprar los billetes en las máquinas automáticas (ticket sencillo de 24 CZK, poco menos de un euro) localizamos una papelería dónde los venden directamente, algo que parece ser una práctica habitual en la ciudad. Al menos existe esa posibilidad porque como hemos podido comprobar en varias ocasiones sólo las estaciones de metro más concurridas y en determinados horarios disponen de ventanilla con personal que vendan billetes.

Los funiculares tienes una frecuencia de paso de 15 minutos y nos toca esperar con un numeroso grupo de estudiantes antes de acceder al transporte que arranca de manera pesada para superar la abrupta pendiente. Existe una parada intermedia en el trayecto pero para llegar a la torre hay que bajarse en la última que también lleva el nombre de Petřín. Las vistas que arroja el recorrido, de apenas 3 minutos, son magníficas; a medida que se gana altura se observa con mayor claridad el castillo de Praga coronado por la imponente catedral de San Vito y el río Moldava con el sempiterno skyline de la ciudad, quebrado en innumerables ocasiones por las afiladas torres de infinidad de iglesias.

Al abandonar el funicular el camino hacia la base de la torre está claramente indicado y se trata de un recorrido muy corto. El precio para acceder es de 105 CZK (poco más de 4 euros) y de 55 CZK para estudiantes menores de 26 años que acrediten esta condición mediante el correspondiente carnet de alumno/estudiante; Alberto vuelve a tener descuento por ser el benjamín y disponer de su carnet. Subimos todos al mirador excepto Rubén y Javier que prefieren esperar abajo tomando una cerveza mientras el resto iniciamos la escalada por la escalera metálica que nos llevará hasta los casi 60 metros de altura.

La torre Petřín se construyó a modo de réplica de la torre Eiffel de París. Evidentemente no se disponía de suficiente capital para embarcarse en un proyecto de las dimensiones de la torre original por lo que se optó por construir una torre más pequeña (60 metros de altura) y se decidió su ubicación en el monte Petřín para que la altura de la misma sumada al desnivel existente entre su base y el nivel del río Moldava coincidiera exactamente con la altura del monumento parisino.


En un principio la escalera (299 peldaños) asciende parapetada por tablones de madera hasta alcanzar un primer nivel sobre el que se puede obtener una panorámica de 360º alrededor del eje de la torre. Pasado este punto no hay nada que nos proteja del azote del viento y se puede observar perfectamente como la estructura, completamente metálica, tiene sus piezas unidas por tornillos y roblones sin que existan soldaduras. La angosta escalera es empleada de manera simultánea por los turistas que suben y por los que bajan (excepto en la parte más cercana a la base que tiene recorridos diferentes). Existe un ascensor que se puede emplear pagando un suplemento a la entrada de 50 CZK más.

Una vez arriba las vistas dejan boquiabierto al visitante. En una mañana de cielo limpio, como lo es ésta, se observa con total claridad el conjunto de edificios, torres, puentes y cúpulas que salpican las calles de la ciudad; desde la omnipresente catedral dentro del complejo palaciego hasta las inconfundibles agujas de las torres de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn pasando por el puente de Carlos, el monasterio de Strahov, el complejo de Vyšehrad, la Iglesia de San Nicolás en Malá Strana, la moderna torre de televisión…


La plataforma en la cúspide de la torre está protegida por ventanales de cristal que pueden abrirse al antojo de aquel que quiere inmortalizar las vistas con cámaras fotográficas o de video. Es un deleite observar el panorama que desde aquí se divisa aunque hay que superar el temor que puede crear el movimiento oscilante de la estructura bajo nuestros pies, totalmente perceptible, y que produce la sensación de que la torre se balancea, lo que en realidad sucede.


Con los pies de nuevo en tierra reunimos el grupo en la cafetería que hay en el interior de la estructura. Es hora de abrigarse y comenzar un paseo que nos llevará a atravesar todo el parque de Petřín con dirección a Vyšehrad. Nada más abandonar la torre dejamos atrás un complejo en forma de laberinto de espejos que seguramente haría las delicias de los más pequeños; nosotros lo obviamos y pasamos de largo.

Siguiendo los caminos que transcurren por dentro de la zona arbolada atravesamos un puente por debajo del cual pasa el funicular que nos ha traído hasta esta área y cruzamos la “muralla del hambre”. Se trata de una pared que, atravesando el parque, se extiende casi desde el río Moldava, a la altura de la estación Újezd donde se encuentra el funicular, hasta el Monasterio Strahov. Este muro fue construido en tiempos de Carlos IV, entre 1360 y 1362, cuando una hambruna afectaba seriamente a la ciudad. El emperador decidió ampliar las fortificaciones defensivas al sur de Malá Strana, empleando especialmente a los más pobres y proporcionándoles a cambio comida para ellos y sus familias. Desde aquí se percibe perfectamente al otro lado del río un edificio peculiar que llama la atención, se trata del edificio danzante (también conocido como Ginger y Fred), en honor a su extravagante forma.


Abandonamos el parque a la altura del palacio de verano de los Kinský (también conocido como Palacio de Michna), que fue propiedad de la acaudalada familia desde mediados del s.XIX cuando se construyó. Retomamos las calles de Praga con dirección a la fábrica de cerveza Staropramen pero antes hacemos un alto en el camino para tomar una cerveza Svijany en un local que encontramos a nuestro paso, Hospoda u Stareho Lva (Lidická 13). Son las 12 del mediodía y ya hay checos comiendo, nosotros lo haremos más tarde siguiendo horarios españoles.  
Cruzamos el río Moldava a través del peculiar puente de Zeleznicniho, que da servicio a una línea de ferrocarril y desde el que se observa una perspectiva mirando aguas abajo (hacia el puente de Carlos) de un gran tramo del Moldava y de sus orillas, atestadas de aves acuáticas entre las que sobresalen los majestuosos cisnes. El puente, de estructura metálica parece anclado en el siglo pasado, manteniendo ese color añejo del óxido que le confiere la etiqueta de clásico.
Ascendemos por unas escaleras hasta la zona de Vysehrad, que según la antigua leyenda, fue la primera sede de los príncipes checos y de la legendaria princesa Libusa. Tenemos tiempo de contemplar el exterior y las fachadas de la iglesia de estilo neogótico de San Pedro y San Pablo, pero desafortunadamente no podemos acceder al interior ya que es lunes y ese día se encuentra cerrada para el público.
Justo pegado existe un antiguo cementerio por el que paseamos, data del siglo XIX y en él yacen enterrados algunos personajes ilustres de Praga. Después de observar más vistas de la ciudad desde miradores ubicados en el parque ponemos rumbo hacia la estación de tren que recibe el nombre del parque que estamos atravesando y que nos permite bordear la conocida como rotonda románica de Vyšehrad antes de abandonar el complejo.
Sólo nos queda seguir las indicaciones del GPS del móvil para alcanzar caminando en unos 15 minutos la calle Čestmírova dónde encontramos la taberna Zlý časy - Malos Tiempos (premiada como mejor cervecería de Praga en el año 2011) y cuya web es la siguiente http://www.zlycasy.eu/. El local ubicado en un sótano (como muchos en Praga) dispensa 24 tipos de cerveza de barril de medianas y pequeñas fábricas de cerveza de Bohemia y Moravia. La oferta se complementa con una amplia selección de cervezas de botella de todo el mundo. En Zlý Časy no venden ninguna de las marcas famosas del país: ni Pilsner Urquell, ni Gambrinus, ni Krušovice, ni Staropramen, ni Kozel, sólo cervezas de pequeños artesanos. También cuenta con pivoteka (tienda-almacén de cervezas con más de 300 clases de cerveza embotellada a la venta.
Es un sitio checo, poco frecuentado por los turistas, ya que se encuentra lejos de las zonas más transitadas y eso hace que nos atienda un camarero que no habla inglés. Es complicado entenderse a la hora de solicitar explicaciones sobre los tipos de cervezas pero gracias a unas estudiantes que hablan la lengua inglesa y que toman cervezas en el local logramos que nos entienda. Tomamos unos ricos solomillos de cerdo con su guarnición acompañados de cervezas de varias clases: Tambor, Dopple Bock (cerveza negra típica del período invernal) y una Klaus (cerveza rubia, tipo bock).
Pagamos 1.310 CZK (aprox 53 euros entre 8 personas) por la comida de todos aunque tenemos que reclamar la vuelta porque el camarero se hace el remolón y quiere cobrarse la propina voluntariamente. Una vez fuera del local hacemos una parada obligada para tomar unos dulces en un puesto que se encuentra al lado de la parada del tranvía y con los billetes que acabamos de comprar en el kiosko de prensa próximo tomamos la línea 18 que nos lleva hasta Národní třída‎.
Desde aquí nos acercamos callejeando por Nové Město hasta el Pasaje Lucerna para tomarnos un café en la Kavárna Lucerna (http://www.restaurace-monarchie.cz/en/cafe-lucerna), emblemática cafetería ubicada en esta bohemia galería que une dos calles de este barrio dónde sobresale una estatua ecuestre un tanto peculiar. En la galería se alojan tiendas, cines, sala de conciertos… El local mantiene una decoración de principios de siglo que te retrotrae en el tiempo y a ello se le suma la música en vivo de un pianista.
Es hora de encontrarnos con Isabel, que ya ha salido de trabajar, y con la que nos reunimos en la puerta del Tesco al que accedemos después de pasear por la amplísima Václavské náměstí, siempre bulliciosa y transitada por infinidad de gente. Dentro del supermercado compramos todo lo necesario para preparar la cena en su casa y aprovechamos para llevarnos un surtido de cerveza que traernos a España (una media de 8 litros por pareja), merece la pena por la calidad de la misma y el precio al que se vende.
Una vez nos deshacemos del cargamento de cerveza en nuestro hotel tomamos el tranvía 18 que traquetea en la subida hacia el castillo desde donde se obtienen increíbles panorámicas de la ciudad iluminada. Desde aquí un autobús urbano nos traslada al barrio residencial donde viven nuestros amigos. Damos buena cuenta de las pizzas y las cervezas mientras Óscar filma una particular versión de “Madrileños por el mundo” con Isabel como protagonista. Al acabar la velada nos despedimos de Matt e Isabel ya que al día siguiente no será posible vernos.
La vuelta en bus es rápida, ágil y sólo nos saca del aletargamiento el episodio de un borracho que aborda el autobús en una parada intermedia, apenas se tiene en pie; “la cantidad de cerveza que habrá bebido este hombre para estar así”, pensamos. O seguramente haya bebido algo diferente. Sólo nos queda tomar la línea verde del metro en Hradčanská‎ hasta Můstek, apenas nos separan del hotel 150 metros. Nos marchamos a dormir y poder descansar antes de afrontar nuestra última jornada del viaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario